Antioquia

¿Sabías que en Medellín y Llanogrande hay más de 100 hijos de la paz?

Son niños que nacieron después de la firma de los Acuerdos y hoy representan la esperanza de un futuro diferente

Convertirse en madre, ya sea por deseo propio o por circunstancias de la vida, es una experiencia indescriptible. Quienes lo hemos vivido sabemos que es el regalo más grande que nos entregó el universo. Pero, en la guerra, para muchas mujeres, esa posibilidad fue un sueño prohibido.

Durante años, a las combatientes se les impedía quedar embarazadas y, en muchos casos, fueron sometidas a abortos forzados en condiciones precarias, inhumanas y sin ninguna medida de salubridad. Obligadas a interrumpir la vida que llevaban dentro, en contra de su voluntad.

La firma del Acuerdo de Paz en 2016 significó para ellas una liberación: la oportunidad de elegir, de formar una familia sin imposiciones, de soñar con un futuro diferente. El camino no ha sido fácil. Los señalamientos y la estigmatización persisten, pero poco a poco han encontrado la manera de sobreponerse. Hoy, en Medellín y Llanogrande, viven al menos 100 hijos de la paz, niños que llegaron al mundo tras el fin del conflicto y una firma entre el Gobierno Nacional y la extinta guerrilla de las Farc.

Para Enrique Sánchez, jefe de la oficina regional en Medellín de la Misión de Verificación de la ONU, el nacimiento de estos niños representa un cambio profundo: una apuesta por la vida, por dejar las armas y no volver jamás a la guerra.

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En los Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación (ETCR), en alianza con el ICBF, se han creado entornos de cuidado y apoyo donde estos pequeños crecen y se educan mientras sus padres avanzan en procesos de reincorporación, liderazgo y proyectos productivos que también benefician a las comunidades vecinas.

Hoy, 12.000 excombatientes siguen firmes en su compromiso con la paz y la reconstrucción de sus vidas. La cifra, asegura Sánchez, es alentadora si se compara con otros procesos de paz en el mundo. Ellos, junto a sus hijos, los hijos de la paz, piden algo simple pero profundo: ser aceptados. Porque más allá de su pasado, sus niños son la semilla de un futuro en el que los estigmas y la exclusión no tengan cabida.

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