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Opinión: Belleza real: ¿es momento de cambiar el discurso?

Por: Edwin Henao Acevedo

La salida de Rebeca Castillo del Miss Universe Colombia abre un debate incómodo: ¿seguimos atrapados en los mismos cánones estéticos o ya es hora de cambiar el discurso hacia una representación más real y diversa? En pleno siglo XXI todavía hablamos de apariencia como si se tratara de una fórmula exacta —o mágica—: cintura estrecha, nariz perfilada, piel clara, sonrisa perfecta. Lo ocurrido con la candidata de Amazonas, que decidió retirarse de la competencia, muestra hasta qué punto seguimos atados a un molde que ya no representa a la mayoría, pero que aún se usa para medir y ridiculizar a quienes no encajan.

Rebeca lo dijo sin rodeos: “La decisión de retirarme del programa, primeramente por amor propio y por mi propia tranquilidad”. No fue un abandono tomado a la ligera, sino la respuesta digna de alguien que entendió que su salud mental valía más que un rating. Y, en medio de esa tormenta, dejó otra frase que debería pesar más que cualquier meme: “Solo quiero decirles a mi gente de Leticia que lo único que quiero hacer aquí es que ustedes se sientan orgullosos”. Esa voz no es la de una víctima, sino la de una mujer que, aun herida, representó con dignidad a un territorio que a muchos nos hace sentir orgullosos, incluso por la belleza real de sus mujeres indígenas, mestizas, afrodescendientes y migrantes.

El concurso, transmitido este año en formato de reality por RCN, prometía inclusión y diversidad, pero la práctica reveló lo contrario: lo distinto terminó siendo usado como gancho publicitario. Y ahí está la gran contradicción. Queremos certámenes que reflejen lo auténtico, pero cuando lo auténtico aparece lo devolvemos al anonimato a punta de burlas. En ese choque, no falló Rebeca: falló la producción que abrió la puerta sin estar dispuesta a sostener la conversación que esa puerta implicaba.

Los reinados siempre han sido escenarios políticos, aunque se disfracen de espectáculo. Ahí se decide qué cuerpos merecen aplauso, cuáles se invisibilizan y qué idea de mujer se proyecta como ideal. El caso de Rebeca no es solo el de una joven que se retira; es el espejo de un país que dice aceptar la diversidad, pero todavía no sabe cómo convivir con ella.

Más que juzgar su paso fugaz por el concurso, deberíamos preguntarnos qué dice de nosotros esa incomodidad frente a una mujer que rompe el molde. Si de verdad hablamos de transformación social, la conversación no puede seguir reducida a medidas corporales, a una cara “bonita”.. La verdadera representación no está en la copia exacta de un canon, sino en el valor de reconocernos en nuestra pluralidad.

Hoy el reto no es elegir una nueva reina, sino elegir un nuevo discurso. Porque si seguimos midiendo la dignidad con los mismos parámetros de hace décadas, la pregunta seguirá abierta: ¿cuándo dejaremos de confundir perfección con humanidad?

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